martes, junio 28, 2011

Los hombres que grababan casetes.


Los hombres que grababan casettes practicaban una ceremonia, un arte olvidado,  un tanto generoso.

Ellos tenían un don. Detectaban en el otro una necesidad musical insatisfecha, un trabajo inconcluso en la construcción de la banda de sonido que nos acompaña el resto de la vida.


El cassette como soporte tenía sus particularidades. La posibilidad fisica de los dos lados, obligaba a generar en cada uno, al menos dos conceptos distinguibles. Tambien habia que tener en cuenta la precaucion del cálculo matemático a la hora de ordenar la progresión de las canciones. Ademas, luego de mucho escucharlos, el roce provocaba que pequeños tramos de las cintas tornen, creando canciones nuevas y combinaciones azarosas e imposibles. Unicas.


El progreso y la incrementación exponencial de la capacidad de almacenamiento de los medios le han jugado en contra a esta costumbre , como también lo ha hecho el caracter intangible del formato digital. El hecho de trasladarse a un lugar para adquirir el casette, y todo lo que sucedía hasta el momento de la entrega del objeto, le infundían a toda la situación un grado de compromiso. Sin intencion de nostalgia, solo enumero algunas particularidades de un fenómeno que era y ya no es. Con la llegada de lo cds esta suerte de rito se prolongó unos años, sobrevivió un tiempo, mutando hasta desaparecer. Porque los casettes, al gastarse con las sucesivas escuchas, degradaban la calidad sonora, cosa que funcionaba como una huella distinguible. Un cuentavueltas musical. Como la vida misma.

Pero mas valioso aún, creo yo, era el hecho de hacer algo por otro, sin tener mas en común que una intuición compartida en la valoración de una música desconocida, una suerte de esperanza, de reconocimiento en el extraño, y mas loable aun era no esperar nada al respecto, sentir una especie de misión cumplida en el momento mismo de entregar el casette.

A esta altura debo admitir que yo fui uno de ellos.

Si lo pienso bien, no se muy bien que sucedió primero, si yo grabé un casette para alguien, o alguien me lo grabó a mi antes.
Si lo pienso bien,a lo máximo a lo que se podía aspirar, era a influir en el otro en la realización de un acto similar. Generar una cadena invisible, de final incierto.
Lo se, porque entonces recibí por correo un casette de mi primer novia, el primero que alguna vez le grabó a alguien.

Luego el tiempo paso.

Debido a las mudanzas y los avances tecnológicos de los reproductores de audio, he tirado la mayoría de mis casettes. Me quede con unos pocos. Entre los 4 o 5 que elegí, hay uno que me grabó un compañero del secundario. Era un chico un tanto raro, hosco. No era amigo mio pero si de mis amigos, lo cual no era mas que otra forma diferente de comunión. Recuerdo que una vez, jugando hockey sobre hielo, me ganó limpiamente la posesión de un tejo, y yo, reaccionando de forma automática, le pegue una piña traicionera en la zona de los riñones. Él frenó en el hielo, destreza que aún yo no dominaba. Se dio media vuelta y me arreo un palazo en la espalda, hecho que zanjó la cuestión.

Incluso me deshice hace tiempo del pasacassetes, pero como dije, conservo ese TDK que él me grabó. De un lado, el primer (y único) disco de los sex pistols, con algunos temas agregados, imagino de los integrantes del grupo ya disuelto. Temas que nunca mas volví a encontrar en otro lado.
Del otro, el primer disco de Mano negra, cuando Manu Chao no era más que una parte de ese grupo. Escribió los nombres de las canciones en tinta azul con una letra chica y prolija. Extraña.

Después del secundario le perdí el rastro, ya que como dije, El no era mi amigo. Hasta que un dia me llego la triste noticia de su fallecimiento, una de esas cosas que no tenemos presente hasta que suceden. Una canción de nirvana me remite a esa condición médica. Y yo me quedé sin saber muy bien que sentir al respecto, como sucede muchas veces ante la magnitud devastadora del absurdo.

No se si alguna vez se lo agradecí, pero se que luego grabé muchos casettes mas, a veces, incluso a personas que apenas conocía, que no eran mis amigos.

Creo que eso le hubiera gustado.

2 comentarios:

  1. Hermosa memoria de mi sobrino Pablo, que me grabó varios casettes que conservo. Con el tiempo y la ayuda del P2P, fui reconstruyendo listas digitales que contenían los mismos temas, cuyos títulos y autores figuraban, como vos decís, prolijamente listados con esa letra tan suya. Ahora los tengo en otro soporte y me da la misma alegría escucharlos. Mi hermana compartió mucho su música con sus hijos cuando eran chicos, y por ese motivo ellos sabían bien qué le gustaba a su tía!!!
    Gracias, Gustavo, por compartir este recuerdo con nosotros. La verdadera muerte es la del olvido; mientras alguien nos recuerde, piense en nosotros, habla de nosotros, estamos vivos.

    Graciela Aguirre

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